viernes, 21 de agosto de 2009

Bye bye, sam.

Las relaciones interpersonales son extremadamente complicadas: una palabra emitida u omitida y la relación cambia drásticamente dejando una huella imborrable, para bien o para mal, en la relación. Lo complicado sería la reivindicación, más aún cuando no sabes qué fue exactamente lo que sucedió y mucho menos si fue responsabilidad tuya, de tu contraparte o simplemente ciertas susceptibilidades salieron heridas y al final no fue más que un malentendido que, por no tratarse a tiempo, terminó por convertirse en la gota que derramó el vaso y dio por terminada la amistad, relación o lo que fuere.

La situación es que al estar involucradas dos personas con complejos, vanidades, formas de pensar, orientaciones, preferencias, y un sinfín de características más que las hacen ser, si bien compatibles pero diferentes, únicas e irrepetibles, pudiendo constituir una complicación más para el buen funcionamiento de la interacción.

Y qué decir cuando las relaciones son impuestas, ya sea por costumbre, por lazos sanguíneos o por conveniencia; se llega a un punto álgido en el que cualquier detalle, por más mínimo e insignificante, puede ocasionar la ruptura del frágil lazo que sostiene a la relación. En estos casos podemos suponer que la relación comenzó con el consentimiento de los implicados, sin embargo, por azares del destino dejaron de tener intereses en común (si es que éstos alguna vez existieron) y por mero hábito continuaron con la cada vez más doliente y penosa convivencia que por no ser detenida a tiempo condujo a pasajes poco deseables y al agotamiento de la empatía existente entre los involucrados. Por eso, me atrevo a afirmar que es preferible poner las cosas en claro, preguntarse si vale la pena continuar, si lo vale, hacer todo lo necesario para salvar la relación, de lo contrario es mejor dejarla por la paz y cerrar el ciclo.

Estarán pensado: demasiado emo para mí; y lo más probable es que tengan razón. No pretendo quejarme de mi inexistente vida amorosa, más bien pretendo reflexionar sobre las amistades, pues verán creo estar perdiendo una y no estoy segura de querer salvarla. Mamona!! Tal vez. Lo que pasa es que por más que lo pienso, me resulta insalvable. Compartimos amigos, verídico. La quiero, cierto también. Pero siento que ya no hay química, ni intención de continuar de su parte o de la mía y una vez en acción es imposible detener el desencadenamiento de la entropía salvo con acciones radicales que no estoy segura de querer tomar. Espero no decidir demasiado tarde; y que mi lado emo se extinga pronto.

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