Me encontraba en la tertulia sabatina con mi señora madre, revolviendo y resolviendo el mundo en su totalidad cuando llegamos a punto de sumo interés que me parece importante mencionar: la buena fe de los funcionarios públicos, en este caso específicamente respecto a los apoyos de procampo, ha beneficiado a diversos sectores supuestamente perseguidos fervientemente por el gobierno federal en turno. Resulta irónico pensar que el mismo gobierno es el que ha estado patrocinando los gastos del crimen organizado que tanto presumen combatir.
Resulta incomprensible el hecho de que tales fondos lleguen a manos indeseables, pues dicen los delegados estatales de la SAGARPA que"para evitar que los sembradíos sean utilizados por el narcotráfico, se obliga a los beneficiarios del Procampo a protestar con “decir verdad” sobre los cultivos en los que aplicarán los recursos del programa".
Con tremenda medida no me explico cómo llegamos a donde estamos, pues mientras nosotros como ciudadanos mexicanos tenemos la obligación de investigar, como ejemplo simple entre muchos otros, a quién le rentamos la casa; pues de resultar ligado al crimen organizado es nuestra responsabilidad no saberlo y el gobierno tiene la facultad de embargar la propiedad en cuestión, vincularte y considerarte cómplice por el simple hecho de no haber investigado; mientras las instituciones del Estado al parecer están exentas de realizar tal investigación, ya que les resulta demasiado costoso el efectuar las averiguaciones correspondientes, bástandoles la protesta de cualquier individuo (y claro que no es cualquier individuo el que se beneficia con las "ayuditas" de procampo, pues la mayor parte de los afortunados son personas que por su simple estatus social, llamese funcionario público, no deberían acceder a estos fondos, no por el hecho de estar al servicio del Estado, sino por el sueldo que este les otorga, puesto que los fideicomisos fueron creados con la intención de ayudar al que no tiene, no al que tiene y quiere más, pero será de suponerse que es la eterna historia de nuestro ingrato país la culpable de la lamentable situación: el que está arriba no se conforma con estarlo, si no que siente la obligación moral de aplastar y exprimir hasta el último aliento de quien lo sostiene, de no hacerlo no sería digno de llamarse mexicano.. por supuesto que hay excepciones, contadas, pero las hay) de que sus pretensiones son honorables y que son más que merecedores del fondo, al final recibido el dinero no es menester entregar pruebas ni justificar en que se ocupó el monto que le fue otorgado, pues al final del día la misma cultura mexicana implica la no rendición de cuentas, resulta más fácil sentirnos engañados y no pedir explicaciones; nuestra sed de mantenernos alejados de la cosa común nos exige el continuo enojo hacia ésta y hacia quienes la manejan.
En el momento en el que nos sintamos identificados con la política, con lo común, en el instante en que sintamos la necesidad de involucrarnos en el manejo de nuestra vida como sociedad, como nación, en el momento en que nos importe el vecino de al lado y el de enfrente y el que vive a 40 km de la casa, en el momento en que no sólo nos enojemos por las situaciones indignas que rodean a quienes manejan el país, sino que convirtamos tal enojo en acciones, en un despertar como sociedad que impida la continua presencia de dichas situaciones.
En diferentes conversaciones he escuchado el siguiente sentir: para arreglar el país debemos arrancar el mal de raíz, los funcionarios son una basofia, no merecen representarnos, son indignos de confianza, corruptos, vendidos, y demás calificativos. Concuerdo con tal aseveración pero sólo hasta la primera coma, sí, es verdad, debemos arrancar el problema de raíz, mas la raíz no son los funcionarios, es la apatía en nosotros como sociedad; cómo encontrar a alguien que me represente si en el fondo no quiero ser representado, pues cuando observo un atropello a mis derechos ciudadanos callo, y como dice la vox populi, el que calla, otorga. Así que por favor, alzen la voz; pues como dice mi querido Quijote: deja que los perros ladren, Sancho; esa es señal de que estamos avanzando.
-JG
Así si.. dirían los perredistas... jajajaaj
ResponderEliminarbuen blog andreA