lunes, 19 de abril de 2010

Hace bastantes días que dejé de escribir, sinfinidad de historias y, a pesar de todo, me encuentro varada justo en el mismo lugar. Amigos cercanos definen mi situación cual enfermedad crónica, se refieren a ella como una condición y sinceramente dudo bastante que haya una cura. No es que haya perdido la esperanza, si es que alguna vez existió, la verdad es que normalmente dedicaría este espacio a poner los puntos sobre las íes, pero tal medida ya no es practicable pues de tanto remarcarlos, esos puntos ahora son perforaciones que no dan resultado. ¿Por qué? respuesta simple: porque no quiero; porque mi barco encalló en un lugar confiable, seguro, que no exige el mínimo esfuerzo para sobrevivir, proporciona una vida tranquila, sin preocupaciones y, en cierto punto, vacía, mediocre, cobarde.

Visualiza el tablero de tu carro, no le haz dado servicio en algún tiempo considerable; en un inicio una luz roja que se encendía en el tablero del carro, indicaba, por decir algo, un cambio de filtro del aceite, pero por ignorar la situación ese cambio de aceite se convierte, en un parpadear, en una descompostura irreparable o en todo caso tan costosa que sale más barato vender como chatarra o fierro viejo el vehículo y comprar otro a repararlo. El problema es que, cuando hablamos de que el foquito rojo se prende no en el tablero de tu carro sino en tu mente respecto a tu vida, la situación resulta más complicada, pues no es como que puedas vender tu vida y comprar otra; puedes intentar empezar de cero, pero siempre se queda en eso, en un intento, porque al final no puedes borrar 21 años de existencia, de determinada forma de actuar y proceder para ser alguien totalmente distinto, cambiar tu esencia no consiste en comprar otro perfume, es algo más, involucra un cambio mental, de actitud, de perspectiva. Aún así considero que no es adecuado echar toda una vida por la borda, después de todo, no todo es basura, siempre hay algo rescatable, el problema es eso, decidir qué conservar, y a decir verdad, tomar decisiones no se me dificulta, lo que no me es fácil es, como se podrán haber dado cuenta mis amigos más cercanos y quienes han leído el blog, es ejecutarlas.

La verdad es que ya estoy cansada del "hoy voy a cambiar", porque, enfrentémoslo, es una vil y vulgar mentira. En vez de hacer ese tipo de declaraciones, lo que debemos hacer es tomar cartas en el asunto, actuar en lugar de hablar, como dice la vox populi: una acción vale más que mil palabras y ciertamente yo he vertido más de cien mil veces, mil palabras y ninguna o casi ninguna acción, lo que me quita cierta credibilidad; en parte por eso había dejado de escribir, porque me resultaba penosa mi situación.. o como dirían mis amigos mi "condición". Y, la verdad es que, aún cuando en un inicio me molestaba, creo que sólo era debido a que tienen razón; tengo un mal crónico, una especie de tumor, el miedo al cambio, en cierto punto hasta a vivir, y de no ser extirpado, corro con el riesgo de eso: de vivir mucho pero al mismo tiempo poco; lo cual nos conduce a mi segundo dilema o condición: ¿qué es vivir? o mejor aún ¿cuál es la forma correcta de hacerlo?

Siempre fui una persona de ideales, de moral, de hacer lo correcto, de dar todo para mejorar el mundo, aún sabiendo que probablemente al mundo no le importaba. Y creo que, después de tanto tiempo, fue la indiferencia del mundo la que me hizo pensar que probablemente yo estaba mal, esa sensación de que en el mundo no hay lugar para personas como yo tuvo su clímax hace algunas semanas, en las que fui seleccionada por una "amiga" como la persona más ingenua que conoces.. el punto es que en este mundo ser bueno o intentar serlo es sinónimo de pendejez, de falta de materia gris, porque en un país donde el que no tranza no avanza, los pocos que no tranzamos pues somos vistos como un defecto, un error en el sistema, algo digno de censura o burla, y sinceramente, si bien, desde antes de ver su comentario tenía esa sensación fue él comentario el que me hizo darme cuenta de cómo me sentía..porque después de leer a Tucídides, Kautilya, Ibn Jardún, San Agustín, Maquiavelo, etc.. pues el mundo "real" donde el interés manda y la buena voluntad es ingenuidad resultó too much more depressing para mi; pero continué leyendo y fue gracias a Hugo Grocio, quien mostró algo de coherencia en mi forma de ser pues me habían dicho hasta "no ser humano", que mi crisis de identidad llegó a su fin.. aún debo de cabilar al respecto, pues entre tantas cosas en mi mente no he podido zancar la situación pero ya estoy hilando una resolución a esa cuestión, lo cual es bastante tranquilizador.

Regresando a la cuestión amorosa, la cual es aún inexistente en mi vida, considero que las siguientes declaraciones son pertinentes: estoy dispuesta (hasta no hacerlo, las palabras son en vano, lo sé pero aún así lo escribiré) a nuevas experiencias, (sinceramente mi visión del mundo ha madurado, la burbuja en la que vivía pues ya reventó y estoy en la etapa de ajuste, en la que a veces preferiría ir corriendo por otra pompa de jabón, pero tengo la firme creencia de que la realidad supera mil veces la ficción en la que hasta hace poco había vivido, así que en la medida de mis posibilidades abrazaré dicha realdiad), y a pesar de que sé que en este SICK SAD WORLD que casualmente habitamos la mayoría de las personas no se detendrían a pensar en sus acciones y sus consecuencias, yo creo en que tarde o temprano el KARMA te alcanza.. y aun cuando decidí no dejjar de vivir por miedo al karma.. la situación de involucrarme con hombres que tienen una relación aún no está en disputa.. la respuesta es no.. a pesar de que se que probablemnente la mayoría de las personas no se detendrían por esta situación y que sii no es conmigo lo harán con otras, pero (des)afortunadamente (aún no decido si es bueno o no) tengo conciencia y no hago lo que no me gustaría que me hicieran.. cuando un tipo me preguntó el por qué de mi rechazo y mencioné a su novia como razón, su respuesta fue ¿y? todos los hombres somos así.. a lo cual contesté.. por eso no tengo novio.. y el respondió con una risa, a mi gusto, burlona.. creo que su risa burlona tiene razón.. sé que esa no es la razón de mi estado civil.. pero me dejó bastante en qué pensar.. en fin.. quisiera seguir escribiendo.. pero mi tarea aún no iniciada me asfixia.. así que en otro momento continuaré con mis divagaciones.. un beso!

martes, 17 de noviembre de 2009

La princesa que creía en los cuentos de hadas

Pasan tantas cosas por mi cabeza mientras intento escribir esto y darle un poco de sentido. La verdad es que sé que no lo haré porque hay varios cabos sueltos en mi mente, pero espero esto me sirva para ordenar un poco el desorden en el que usualmente vivo. Prometo profundizar la situación cuando tenga un poco más de tiempo, contar la historia completa. En fin...

La mayor parte de nuestras vidas gira en torno a encontrar a la pareja ideal, a esa persona especial que te complemente, que te aprecie tal y como eres, que crea que eres lo mejor del mundo (aún cuando obviamente no lo eres), que esté dispuesta a brindarte todo sin pedir nada a cambio, una persona que al conocerte entienda por qué está viva, que crea que en este mundo su misión es hacerte feliz. Pero, ¿qué pasa cuando conoces a esa persona? ¿Qué sucede cuando descubres que, a lo mejor, lo que te gustaba era la emoción de encontrarla, pensar que era inalcanzable y vivir soñando? ¿Puede la realidad superar la fantasía? ¿Importa acaso la edad?

Cuando todo promete ser un cuento de hadas, el que siempre soñaste mientras todo el mundo negaba su existencia, es preciso seguirlo; o a caso es mejor escribir tu propia historia. Será que preferimos lo imposible, lo soñado la realidad de otras dimensiones. ¿Cómo saber qué es lo que quieres? ¿Hay patrones establecidos de actuar? Supongo que lo mejor es seguir el momento, dejarte llevar y al final, pase lo que pase, habrá valido la pena.
Conocer mucha gente, sentir el momento, ser tu mismo, sin miedo al rechazo.

domingo, 25 de octubre de 2009

Complejo de Peter Pan

Las profecías mayas respecto al 2012 prevén una transición de la humanidad hacia una dimensión más elevada y profunda, de mayor conciencia colectiva donde el ser humano se una con todo lo que lo rodea, convirtiéndose en un ente consciente no sólo de su realidad sino con la plena intención de hacer algo por ella. Anuncian, además, que tal evolución será precedida por una serie de acontecimientos perturbadores a la realidad tal como la conocemos: guerras, terremotos, huracanes, tsunamis, hambrunas, pandemias y toda clase de fenómenos serán el pan de cada día hasta la noche del 22 de diciembre de 2012, fecha programada para la transición.

Independientemente de si creo o no en las profecías, el análisis de la situación me deja algo muy en claro: a toda evolución o cambio antecede una hecatombe. Quisiera creer (y estoy segura de que así es) que tal premisa es aplicable a la vida diaria de cualquier persona común y corriente, en este caso: yo.

En las últimas semanas mi vida ha sido un total caos; mi brújula, la que una vez fuera infalible y estable, hoy día más que brújula parece trompo. ¿Cómo empezó este proceso de cambio? Diré que fueron varios factores, entre ellos una crisis emocional familiar demasiado profunda que movió sentimientos de los cuales su existencia me era desconocida y, por otro lado, la jalada de orejas de una de mis mejores amigas, sino es que la mejor. La conjunción de ambas situaciones fue la que hizo que me diera cuenta de que llevaba un rato siguiendo un camino que tal vez ya no era el mío.

La cuestión es que me di cuenta de que, por más obvio que pueda ser para el resto del mundo: ya no soy una niña y que, por tanto, ya no puedo actuar como tal. Esta última situación es la que me causa más trabajo pues implica cambiar todo en mí. Podrían preguntarse ¿cómo es posible que una muchacha de 20 años, que acaba de cumplir su tercer año viviendo sola, pudo creer ser o comportarse como una niña? Siendo honesta, es lo mismo que yo me pregunté y fue así como comenzó el proceso de introspección; el cual aún no termina, pero formula respuestas bastante interesantes.

La cuestión es que yo no me daba cuenta de que actuaba como una pequeña infante, para mí era la forma de proceder más normal: la única que conocía. Sabía que era lo que se esperaba de mí (o al menos creía saberlo) y, entonces, yo sólo procedía a alcanzar tales metas sin detenerme a pensar, por más ridículo que suene, cómo me sentía yo con eso. Conocía a la perfección los roles que debía desempeñar, y mientras mis amigos, conocidos y compañeros tenían un desorden total en sus vidas, con sus respectivas aventuras amorosas, yo me conformaba con ver y escuchar su desorden sin ser capaz de comenzar el mío simplemente porque no se me antojaba o tal vez porque me daba miedo y como no sabía cómo lidiar con eso, lo más fácil era no tener uno. No sostengo que la forma en la que ellos actuan es la correcta y la mía, incorrecta; la verdad es que desconozco las razones por las que se comportan de esa manera y puede ser que estén en la misma situación que yo; un acto de rebeldía injustificado es igual a uno de obediencia no razonada.

Fue cuando me puse a pensar, ¿qué es lo que quiero? La verdad es que no encontré esa respuesta, al menos no como un objetivo exacto sino más bien como situaciones abstractas alcanzables desde diferentes perspectivas. Me puse a pensar en mi vida, por un momento llegué a pensar que había sido tiempo desperdiciado o perdido. A mis 20 años no he tenido pareja sentimental, ni siquiera he estado cerca de tener una; claro que yo estaba consciente de esa situación, lo que comenzó a alarmarme fue el pensamiento popular: ¿qué es la vida sin amor? Porque como bien sabrán los sabios, los mendigos, el mundo entero concuerda en que la vida se reduce al amor; y dado el caso de que yo no había tenido ninguno resulta comprensible mi alarma y desespero. Por un momento pensé en convertirme en una persona de amores fáciles, jugar un rato, divertirme, VIVIR. Pero de nuevo, mi mente incansable continuó analizando..se y concluyó que en el fondo eso no es lo que quiero. Verán, mis amigas y mi hermano llegan a criticarme por ver demasiadas películas o por ver demasiada televisión; afirman que el príncipe azul no existe y que debo regresar los pies a la Tierra y conformarme con un simple mortal; por un momento casi lo hago. Llámenme ilusa o romántica, pero decidí que no estoy dispuesta a conformarme con menos.

Descubrí que si bien es cierto que no he conocido el amor de una manera romántica, es injusto decir que no he amado. Amo a Dios (al ente creador, al amor mismo), amo a mis padres, a mis hermanos, a algunos de mis tíos, a mis primas que son como mis hermanas, a mis más cercanos amigos, pero sobretodo me amo a mi misma; no en un sentido ególatra o narcisista sino que considero que para amar a los demás primero debes amarte tu mismo, y me di cuenta de que yo lo hago. Comprender eso fue un alivio, porque verán: pensar que los 20 años que llevas de existencia son un desperdicio es bastante duro y awitante, pero comprender que has vivido a TU MANERA (como diría mi querido Frank Sinatra), suaviza las cosas.

Me di cuenta también de que la razón por la que había evitado tener novio era porque no me aceptaba a mi misma, y ¿cómo esperar que alguien me acepte si yo misma no lo hago? Verán siempre he sido nerd; en parte porque se me facilita, en parte porque no conocía otra forma de ser; y esa etiqueta siempre me ha parecido algo poco apetecible para el sexo opuesto. Siempre tuve la idea de que las mujeres inteligentes son aborrecidas o indeseables por los hombres, y como no estaba dispuesta a comprometer mi inteligencia por un tiny winnie, pues me hice la firme idea de que mi eterna compañía sería la soledad. Aclaro que no es que me considere un Einstein, simplemente, prefiero una conversación profunda a un buen apañe (lo más probable es que sea porque nunca he tenido uno) y que estoy conciente que desde el punto de vista testosterónico se prefiere lo contrario. Después, llegué a considerar la opción, como ya dije, de jugar un rato, de no intentar tener la conversación profunda, sino lo completamente opuesto, pero a tiempo me di cuenta de que quiero THE WHOLE PACKAGE y que I WON'T SETTLE FOR LESS, y el himno de mi asociación (I don't need a man) se volvió a convertir en mi escudo de guerra.

Sin embargo, también me di cuenta de que no encontraré el paquete completo encerrada en mi cuarto viendo películas en el ordenador,o paniqueandome cada vez que un muchacho me dirige la palabra o evitando hablar con la persona que me gusta por miedo a: ser rechazada o hacer el ridículo. Hay tantos peces en el agua, lo sé; pero de que sirve que haya tantos si ni siquiera intentas pescar uno, digo no es como que nomás de verlos los vayas a atrapar. Es necesario tener la red o la caña o la indumentaria necesaria, en este caso la actitud; y es precisamente esa actitud la que estoy intentando conseguir a mi modo, tiempo y espacio, en otras palabras: estoy buscando el manual; porque cómo me diría Elle Woods: tienes el equipo, sólo te falta leer las instrucciones.

En resumen, llegué a la conclusión de que (sin tomar en cuenta la creencia de la reencarnación) sólo se vive una vez y de que es momento de empezar a vivir mi vida, no la vida que creí que era la mía, sino una basada en mis decisiones, necesidades, gustos y preferencias. Si bien solía comportarme de una manera porque tenía que ser la hija buena, la amiga fiel, la hermana incansable porque así me educaron; ahora seré todo eso y más porque QUIERO, no porque tengo que. Lo malo de tener ese pasado intentando, sin darme cuenta, la perfección, es que al momento de cambiar tu comportamiento surgen los problemas y las quejas de quienes te rodeaban pues están acostumbrados a cierta versión tuya y cuando la cambias todo es desconcierto. Pero es momento de que tome las riendas de mi vida, de que decida pensando en mi y no en nadie más. Sé que aunque sea difícil la adaptación en el fondo es no sólo lo mejor sino también lo necesario, es el curso de la vida, es parte de crecer, de la transición de niña a mujer, de lograr la plenitud. El pasado no puede convertirse en una cadena que impide tu crecimiento, debe cumplir con la función de recordarte quién eres y lo que quieres y buscas, nunca debe ser una carga o peso en tu contra; si así es, es hora de limpiar el baúl de los recuerdos.

Yo era una Peter Pan cualquiera, crecer me atemorizaba; pero después de mi tormenta vino la luz, y puedo afirmar que estoy terminando la mudanza del País de Nunca Jamás. Mi nueva dirección será la realidad, pueden visitarme cuando quieran, pues en el fondo sigo siendo la misma, con tan sólo algunas actualizaciones y mejoras a mi sistema operativo.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Abracémonos.

Hace ya tres años, cuando vine a la Ciudad de México a presentar mi examen de admisión a mi amada Máxima Casa de Estudios, hice una visita a la plazuela de Coyoacán, ese día libre de comerciantes, en compañía de mi hermano y mi mejor amiga; caminábamos por la explanada en dirección a la caseta turística cuando un grupo de jóvenes se nos acerca a regalarnos un abrazo. Siendo honesta, de momento la extraña oferta me inmutó, accedí titubeante a lo que resultó ser una experiencia interesante y que considero es una respuesta accesible a la desorbitante e inquietante ola de violencia en el país, que al parecer no tarda en convertirse en emblema nacional; a la que no se ha contrapuesto reacción satisfactoria, ni por parte de las "autoridades" que hace mucho dejaron de serlo, ni por parte de nosotros los ciudadanos, el grueso de la población. En tanto que el desplegar las fuerzas militares a lo largo y ancho del país, resulta por demás costoso en una etapa de crisis nacional, ya no digamos económica, alimentaria o sanitaria sino de credibilidad en las instituciones, de confianza, de gobernabilidad, en la que "ni los dineros" ni la confianza, ni las medicinas cuentan con una reserva que de el grueso a las necesidades del país; la solución que encuentro y propongo es la que algún día me inmutó: REGALAR ABRAZOS. Medida que podrán criticar los temerosos de la gripe de cochi, mejor conocida como AHLNL (¿lo dije bien maestra Elba Ester?).

Pero ¡¿cómo te atreves si quiera a sugerir eso, muchachita intransigente?!! Pues verán, en mi experiencia un abrazo transmite confianza, seguridad, alivio, unión, cariño, amor, en suma, reconforta. Y, siendo honestos, ¿no es lo que en este momento necesita más el país, lo que necesitamos más todos los mexicanos? ¿No necesitmos sentir que no estamos solos, que ha pesar de toda la gente loca que anda suelta por el país, y en especial, en la Ciudad de México, aún podemos confiar en el resto de la población, en nuestros compatriotas, en las personas con las que compartimos los espacios, caminar sin miedo o transportarnos sin el temor de que alguien nos informe que porta una bomba o que saque la pistola y todos al suelo, pues porta la PALABRA del señor? Digo, México: ¿qué demonios te pasa?

Solemos reservar el abrazo a los conocidos, a nuestros seres queridos: "a los nuestros"; pero quién es más nuestro que aquél compatriota con el que compartimos la realidad social que vivimos, quién nos puede entender mejor que aquél otro padre de familia, hijo, hermano, nieto, abuelo, amigo, que cada que uno de sus seres queridos sale a la calle, se queda con el Jesús en la boca, invocando a toda la corte celestial para que cuide a ese ser tan especial. ¿Quién puede entender mejor la desesperanza y desconsuelo de vivir sin la menor certeza de lo que sucedió con su hija, esposa, sobrina, nuera, etc. como las familias de las víctimas de las mujeres desaparecidas de la indescifrable Ciudad Juárez? Y, sin embargo, nada pasa, la justicia no se hace valer, el Estado de Derecho se antoja un mito, y la realidad es que como no me ha pasado, pues la verdad no me interesa. Es momento de actuar, antes de que nos pase; antes de que la epidemia que aniquila la solidaridad, que nos hace desconfiar hasta de nuestra propia familia como mexicanos se extienda y nos contamine.

Es momento de decir no más, de gritar al mundo y a los apátridas que tenemos por gobernantes ¡NUNCA MÁS! Nunca más viviré con miedo, nunca más mi libertad será arrebatada o coartada, nunca más permitiré que abusen ni que trastoquen mi bienestar, mis derechos. Es momento de cumplir con nuestros deberes como ciudadanos, de hacer conciencia del mal que hago, de mis irresponsabilidades, de exigir con el ejemplo. Y sí, creo, firmemente, que la mejor forma de empezar a mejorar nuestra situación es (por más ridículo que suene) con un abrazo.

Podemos empezar por abrazar a la gente más inmediata a nuestro entorno, más allá de los amigos o familiares, a nuestros compañeros de la escuela, trabajo, vecinos, gente con la que tenemos contacto diario y a la vez somos fríos o poco cercanos. No sugiero que nos aventuremos tanto como los extranjeros que algún día me inmutaran y cuya idea ahora prometo reproducir; aún cuando sería lo ideal, es la misma barrera de desconfianza y en cierto punto asco o repudio que nos lo impide.

En cierto punto, el empezar con las muestras de cariño en casa contribuirá a mejorar el ánimo de los miembros de nuestra familia, los cuales al estar de buen humor, serán más tolerantes a agresiones externas o situaciones poco agradables que en otro momento terminarían por desquiciarlos. La cuestión es dar un paso a la vez, sentirnos mejor y hacer sentir mejor, aceptados y adaptados a los demás. El cambio comienza en uno y ya instalado en nosotros es nuestro deber exportarlo al resto de los entes con los que convivimos. Saludos y, por supuesto, abrazos!

sábado, 12 de septiembre de 2009

Las canas al aire.

Últimamente me causa una pena indescriptible el subirme a cualquier medio de transporte en hora pico, sea por el tráfico, la cantidad de gente aconglomerada en el mismo espacio o que sé yo; la sola idea de encontrarme en una situación donde lo que considero mi espacio vital es menoscabado me atormenta. Lo cual es un gravísimo problema ya que vivo en una ciudad donde tal cosa (el espacio personal) no existe. Irónico.

Después de sentirme atormentada por casi un mes, comenté mis inquietudes con mi terapeuta. Llegué a su consultorio con un cuadro patológico diagnosticado gracias a mi escasa experiencia en el ámbito de la psicología; el cual claro qe encajaba perfecto a los síntomas que presentaba al encontrarme rodeada de personas desconocidas: ¡tenía fobia social!

Al parecer las preocupaciones que tenía sobre mi problema para relacionarme con la gente, si es que se le puede llamar relación el estar aplastado por una masa densa de personas que por alguna extraña razón parecen ser alérgicos a la solución jabonosa y prefieren echarse un litro de perfume al día para esconder sus edores coroporales, le resultaron poco convincentes; y mientras tanto yo seguía sufriendo.

El caso es que después de una plática muy reveladora, en la cual todavía fijo mis pensamientos cuando tengo tiempo (lo cual no es muy seguido, y por lo tanto el crecimiento personal que debería surgir de esto tardará un poco manifestarse) creo que cada vez estoy más cerca de descubrir y corregir esos detalles que me privan al rodearme de desconocidos y que no me permiten desenvolverme de una manera normal, en otras palabras, tal vez pueda romper el hielo y echar la platicada con algún especimen del sexo masculino por el que me sienta atraída, haciendo caso omiso a mis instintos de protección al miedo al rechazo. Supongo que todo está en la personalidad, porque no dejo de sorprenderme cada que veo a una muchacha poco agraciada galaneando con un completo adonis (a mi gusto inalcanzable) con seguridad y confianza tales que cautivan a dicho ejemplar.

Probablemente es un arte que nunca dominaré, pues tiendo a cohibirme cuando estoy cerca de alguien que me agrada y envío todas las señales equivocadas; pensando, como dice una canción que me encanta y que en cierta forma refleja mi sentir, que si fuera más guapa y un poco más lista, si fuera especial, si fuera de revista tendría el valor de cruzar el vagón y preguntarle ¿quién eres? (8); lo cual resulta refutable al recordar a todas aquellas princesas del párrafo anterior. La verdad es que al observar tales situaciones pienso, ¿qué diablos si ellas pueden por qué yo no? la respuesta sería: porque no quiero. Por cobarde, por miedo al ridículo.

Siendo sincera, resulta más fácil y cómodo lamentarse de que el amor no toca a tu puerta, pensar que hay algo malo contigo, que estás rota o que simplemente eres poco normal, que tu comportamiento o forma de pensar es incorrecto, en fin que eres uno de esos especímenes únicos y en peligro de extinción, asexuales, los cuales están destinados a sólo tener amigos (si bien les va) y nada más; antes que agarrar valor y dar el primer paso, ser un poco más Giggy (sin llegar a los extremos, aunque a veces eso no estaría del todo mal), porque si no tienes expectativas, no te sentirás defraudada, si no buscas por supuesto que no encontrarás; sin embargo, el pretexto de estoy mejor sola cae como anillo al dedo. ¿Para qué buscar algo en alguien más cuando me siento tan completa? O sea, estoy bien así; me siento feliz y agusto teniendo el tiempo sólo para mí, para descubrir quién soy, mis gustos y preferencias, leer un buen libro o hacer algo que de tener pareja no podría hacer (todavía no descubro que es ese algo, pero en fin).

Los pretextos anteriores me resultan ridículos y, sin embargo, los he defendido toda mi vida. La verdad es que sé quién soy, o al menos estoy cada vez más cerca de descubrirlo, sé lo que quiero, lo que puedo permitir o soportar, lo que me gusta y disgusta, la importancia de una buena amistad, etc. Lo que me hace falta ahora es poner en práctica ese autoconocimiento, experimentar, filtrar y decidir. Cuestiones que aún hoy día me resultan algo espeluznantes, sin embargo, mientras más tiempo dejas pasar, más difícil resulta empezar algo. Y, sinceramente, los pretextos se erosionan cada vez más rápido y pronto llegará el momento en que estén tan desgastados que resultarán vergonzosos; siendo el punto ¿para qué esperar más? Porque mientras te sientas contento con tu status, no tienes porque cambiarlo, pero llega el instante en que tu zona de confort no lo es tanto y surge el dilema de estancarte y no progresar, o soltar las canas al aire y arriesgarte y ver que resulta.

Sólo me queda decir que espero no estar demasiado canosa aún.

domingo, 23 de agosto de 2009

Y tu leche, ¿de qué la quieres?

Ayer fue un día de breakouts para mí. Una queridísima amiga me invito a un parque de diversiones, accedí. La verdad es que fue increíble; había tenido una semana emocionalmente pesada (por sinsentidos que yo misma me impuse, supongo que cuando quieres estar mal sobran los motivos; lo curioso es que no quiero estar mal, pero ¿cómo apreciar la felicidad cuando no se conoce lo contrario?) y ese día fue asombroso. Comenzando por un show acuático que aún cuando me dejó mucho en que pensar, cuestiones que serán abordadas en futuros posts para no hacer más pesado este, me divirtió bastante.

Ya me había subido a la mayoría de los atractivos del parque en una visita anterior, aún así sentí la adrenalina antes, durante y después del recorrido. Sin embargo, el breakout principal para mí fue subirme a un juego conocido como boomerang, fue hasta que llegué a mi casa que me cayó el veinte de por qué el dichoso nombrecito y es que tal juego tiene la particularidad de ir y venir, es decir, te lleva de reversa! lo cual me daba más que miedo, pavor. Claro que para subir a la máquina aquella tuvimos que hacer una fila por más de una hora, no es suficiente el terror que me causaba pensar en subirme, sino que tuve que soportar dicha sensación por bastante tiempo, irónico pensar que hacemos colas de más de una hora por un juego que dura apenas minutos. Mientras esperaba mi turno me tocó presenciar el recorrido del juego varias veces y cada que volteaba a ver el juego y escuchaba los gritoss la verdad es que yo sufría por dentro, mi terror llegó al clímax cuando vi salir a un señor llorando, la verdad es que yo no lo ví, pero mis acompañantes me dijeron y la verdad es que yo les creo, tanto que casi salgo corriendo; dirán ¿por qué fregados te subiste? sinceramente, no lo sé. La razón puede encontrarse en varios factores: estaba ahí, había demasiada gente como para salir corriendo, no porque me diera pena, sino porque no hubiera podido, verán: en la fila hay entrada, más no salida.

Otra razón fue el superar mis miedos, al menos ese fue el cocowash de mi amiga para que no me fuera, claro que de haber querido fuerza humana alguna no me lo habría podido impedir, verán cuando pretendo algo lo consigo (no porque me la tire de poderosa, sino porque es verídico, cuando en verdad quiero algo lo hago, supongo que no eran tantas mis ganas de irme porque terminé subiéndome y no me arrepiento). También pudo haber influido el hecho de que soy humana y todo ser humano tiene cierto nivel de masoquista, el mío sale a la luz en ese tipo de juegos, sufro antes de subir, pero la verdad es que disfruto esas emociones y como no tengo problema cardiaco alguno no hubo algo lo suficientemente válido (dentro de mis estándares) como para acobardarme. Y por último, tengo un recuerdo mío en un parque acuático de mazatlán en el que no me atreví a saltar de una especie de tirolesa en la que caías a la alberca; no me arrepiento de no haberme tirado, la verdad es que en ese momento tenía la profunda certeza de que si me tiraba moriría descalabrada, pero no quiero tener otro recuerdo de esa índole, uno en el que por miedo no me atreví a hacer lo que me había propuesto; así que decidí continuar en la fila y disfrutar, dentro de lo que pudiera, el recorrido; y lo hice! XD


Al final del día me sentí libre, invencible, imparable: mejor que nunca. Liberarme de las cadenas que yo misma me había impuesto por medio de miedos, tabúes, penas, y sabe cuantas cosas más, fue lo mejor que me pudo haber pasado. Tanto fue el impacto de esa experiencia que, parecerá ridículo, pero para aquellos que me conocen saben que no parece: simplemente lo es, de regreso a mi casa estaba mirando por la ventana del camión, pensando en el día y viendo pasar a los transeúntes y transportes y transportistas que pasaban, ( y la verdad es que vi bastantes porque el conductor del camión al que subí simplemente no se dignaba a avanzar, esperaba a que se llenará, como comunmente sucede en las calles y camiones de esta ciudad) cuando alguien que iba en una combi, quien yo di por supuesto que era el amigo del conductor me sonrió y lo inusitado fue que yo le devolví la sonrisa. Siendo yo, ante un desconocido, eso es más que inusitado, sin embargo lo hice y también fue liberador. El muchacho, para ser microbusero de esta chilanga ciudad, tendré que decir que no era el típico ejemplar; puede ser que simplemente haya tenido una bonita sonrisa, no lo sé, era de noche y no me fijé y la verdad es que no importa, big picture please! Lo remarcable es que no fui la mamona que siempre soy y le respondí la sonrisa, la verdad es que eso no me quita nada, hasta ahora lo comprendí. Verán, soy una persona sonriente, pero cuando sonreír implica desconocidos del sexo masculino (feos o guapos, la verdad es que no discrimino) se me olvida cómo contraer los músculos faciales que logran dar esa impresión de coquetería, sencillamente no puedo, inconcientemente no me lo permito; pero no más.

Cómo es posible que un juego haya repercutido tanto en mi vida, no lo sé. Lo que sé es que pedí otro envase de chocomilk de Hershey's saliendo de six flags, pues me habían dado de fresa (strawberrymilk? fresamilk?) y ese no me gusta (los estaban regalando, lo cual me hace algo así como merecedora de la pena ajena) así que cuando vi que sacaron de chocolate me arriesgué y pedí uno de mi sabor preferido, a pesar de que las reglas del buen comportamiento en mi mente me rogaban que no lo hiciera, pero ¿qué podía perder?nada y podía ganar ya fuera un chocomilk o uno de los momentos más placosos de mi vida; gané lo primero y fui feliz.

Espero poner en práctica las enseñanzas de mi día en las seis banderas; no cohibirme y simplemente hacer lo que me plazca, sin reproches o ataduras, total la vida es corta o muy larga, como para no disfrutarla. Y si para poder disfrutarla necesitas un chocomilk, pues ¿que esperas?,¡¡ve por uno!!

viernes, 21 de agosto de 2009

Bye bye, sam.

Las relaciones interpersonales son extremadamente complicadas: una palabra emitida u omitida y la relación cambia drásticamente dejando una huella imborrable, para bien o para mal, en la relación. Lo complicado sería la reivindicación, más aún cuando no sabes qué fue exactamente lo que sucedió y mucho menos si fue responsabilidad tuya, de tu contraparte o simplemente ciertas susceptibilidades salieron heridas y al final no fue más que un malentendido que, por no tratarse a tiempo, terminó por convertirse en la gota que derramó el vaso y dio por terminada la amistad, relación o lo que fuere.

La situación es que al estar involucradas dos personas con complejos, vanidades, formas de pensar, orientaciones, preferencias, y un sinfín de características más que las hacen ser, si bien compatibles pero diferentes, únicas e irrepetibles, pudiendo constituir una complicación más para el buen funcionamiento de la interacción.

Y qué decir cuando las relaciones son impuestas, ya sea por costumbre, por lazos sanguíneos o por conveniencia; se llega a un punto álgido en el que cualquier detalle, por más mínimo e insignificante, puede ocasionar la ruptura del frágil lazo que sostiene a la relación. En estos casos podemos suponer que la relación comenzó con el consentimiento de los implicados, sin embargo, por azares del destino dejaron de tener intereses en común (si es que éstos alguna vez existieron) y por mero hábito continuaron con la cada vez más doliente y penosa convivencia que por no ser detenida a tiempo condujo a pasajes poco deseables y al agotamiento de la empatía existente entre los involucrados. Por eso, me atrevo a afirmar que es preferible poner las cosas en claro, preguntarse si vale la pena continuar, si lo vale, hacer todo lo necesario para salvar la relación, de lo contrario es mejor dejarla por la paz y cerrar el ciclo.

Estarán pensado: demasiado emo para mí; y lo más probable es que tengan razón. No pretendo quejarme de mi inexistente vida amorosa, más bien pretendo reflexionar sobre las amistades, pues verán creo estar perdiendo una y no estoy segura de querer salvarla. Mamona!! Tal vez. Lo que pasa es que por más que lo pienso, me resulta insalvable. Compartimos amigos, verídico. La quiero, cierto también. Pero siento que ya no hay química, ni intención de continuar de su parte o de la mía y una vez en acción es imposible detener el desencadenamiento de la entropía salvo con acciones radicales que no estoy segura de querer tomar. Espero no decidir demasiado tarde; y que mi lado emo se extinga pronto.